El Internet ha cambiado la manera de vender productos y servicios a las masas y una de las estrategias más interesantes que se ha desarrollado con el pasar de los años en el mercadeo digital es el concepto del retargeting o re-mercadeo. La misma es muy fácil de entender y, a pesar de su sencillez, ha probado ser una técnica sumamente eficiente a la hora de conseguir potenciales clientes.
La manera en que el retargeting funciona es muy simple: los potenciales clientes que están navegando por Internet, incluyendo las grandes redes sociales como Facebook y Twitter, se encuentran su sitio web e ingresan a este ya que les causa interés lo que contiene. Una vez que entran a la página, un pequeño segmento de código escondido le da al visitante un cookie o, bien, una galleta informática totalmente anónima la cual guarda el hecho de que ese usuario visitó su página y el tipo de producto o servicio por el que se interesó, entre otros datos. Lo que pasa cuando el usuario deja el sitio y sigue navegando es que va a ser expuesto a una cantidad mayor de publicidad de su servicio o producto cada vez que haya anuncios publicitarios, asegurando así una mayor probabilidad de que ese usuario vuelva a la página y pase de ser un potencial a un actual cliente.
En resumen, ese es el proceso del retargeting, ¿sencillo, no?
No obstante, a pesar de su eficacia, una de las grandes críticas que recibe es que se invade la privacidad de los usuarios, ya que involucra el rastreo y almacenamiento de datos “personales” de los usuarios. Sin embargo, estos cookies son completamente anónimos y el tipo de datos que recolectan son inservibles para otros fines que no sean publicitarios.
Conclusivamente, el retargeting no es más que un simple proceso que genera una publicidad apta para cada tipo de usuario y basada en sus intereses y tendencias de búsquedas en Internet que, a fin de cuentas, es beneficioso para los potenciales clientes y vendedores.
