Término utilizado para aquella mujer que quiere hacerlo todo, perfecto y sin ayuda, poniéndose ella misma de última.
Hace unas semanas estaba conversando con una gran amiga, a quién de paso admiro mucho, y escuchaba atentamente a la historia de sus últimas semanas donde me contaba que había estado “de locos”.
Creo que para la mayoría de nosotras esa frase es normal y me atrevería a asumir que casi todas nos sentimos o nos hemos sentido así en algún momento de nuestras vidas… Son muchos los roles que hemos asumido, las cosas que hacemos, la familia y el trabajo.
Sin embargo, al escuchar la descripción detallada sobre las últimas semanas de mi querida amiga, no pude más que entrar en estado de shock, incredulidad y he de admitir que un poco de lástima. ¿Cómo esta mujer se metió en todo esto? ¿En qué momento llegó a acumular tanto trabajo, tantas funciones? ¿De donde saca horas del día para hacer todo esto?
Pues resulta que mi amiga la “todóloga” empezó haciendo un “trabajito” por aquí, luego alguien le pidió “ayuda” por otro lado, luego le pidieron que “apoyara” en esta área en otra empresa, luego “se metió” en otro proyecto y hasta en la Iglesia terminó donando su tiempo. Además, una mujer de este calibre siempre busca aprender y mejorar y resulta que se metió a la universidad para estudiar otra carrera. A esto sumado que tiene hijas pequeñas, un esposo que también demanda de su tiempo y la pobre ingenua en algún momento pensó que podría dedicarse tiempo a sí misma haciendo deporte.
En sus semanas todológicas, donde con una sonrisa decía que sí a todo, además de tratar de hacerlo perfecto: presentando los trabajos de la mejor forma, dando más de sí, aceptando cada vez más proyectos, y buscando además tener las mejores notas de su clase… le pasaron la factura, y su cuerpo le llamó la atención con un gran susto a su salud. Esto la llevó a replantearse su situación y buscar hacer un cambio.
El ser mujeres todólogas es un ideal femenino nocivo al cual debemos renunciar. Nadie puede hacerlo todo y nadie debería hacerlo todo. Ninguna mujer debería de sentir que su valor como madre, esposa o trabajadora se consigue a través del dar ilimitadamente y a costas de nuestra propia felicidad.
En la vida podemos tenerlo todo sin tener que hacerlo todo.
Lo importante es definir qué es lo que realmente queremos y el porqué lo queremos. Muchas veces el estrés viene por sentir que no cumplimos y que no somos suficientes, pero sí lo somos.
El reto más grande que tenemos como mujeres es entender que nunca seremos perfectas por lo cual, el aspirar a serlo es una partida perdida donde sólo encontramos dolor, baja autoestima y auto mutilación. Mejor hacer las cosas con excelencia, dando lo mejor que podemos desde nuestra capacidad y compromiso y no depositando en otros la validación de nuestro trabajo. Es decir, saber que lo que hicimos estuvo bien y dimos lo mejor, independientemente de lo que el resto vaya a pensar.
Así mismo, es importante replantear lo que es y debería ser la maternidad, porque es en este aspecto donde más sufrimos las mujeres sintiendo que somos malas madres, ya que el título nunca lo ganamos y lo perdemos todos los días. Hemos creado un concepto de maternidad tan frágil que depende de factores totalmente fuera de nuestro control, como el comportamiento de nuestros hijos, lo que los demás opinen de ellos, sus enfermedades, sus retos y sus problemas. No importa cuanto los ame, los valores con que los críe o el cariño que les de… si hoy no compartí con ellos o me enviaron un reporte del colegio, ¡Ya soy mala madre!
La todología es ponernos la soga al cuello y tirarnos al vacío.
Podemos decir que no, podemos hacer menos, podemos pedir mayor salario, podemos pedir apoyo en casa, podemos dejar que los padres de los niños participen en la crianza y debemos ponernos siempre de primeras.
Recuerda: no se puede dar, lo que no se tiene.
Adriana Álvarez
Empresaria y coach de mujeres
adri@adrianaalvarez.com