Por: Borja Vilaseca/ www.elpais.com Este artículo está escrito para quienes ahora mismo se encuentran en el desempleo. Para quienes padecen de frustración e impotencia por comprobar que no encuentran un puesto de trabajo. Para quienes llevan tiempo sintiendo que enviar currículos se ha convertido en una pérdida de tiempo. Y en definitiva, para quienes han dejado de tener miedo a reinventarse profesionalmente porque ya no tienen nada que perder. Para todos ellos, a continuación se describe un recorrido compuesto por nueve etapas. Cada una de ellas representa un camino que el lector deberá transitar por sí mismo. Buen viaje.
1. Tomar las riendas de nuestra vida profesional. La crisis ha puesto de manifiesto la necesidad de transformación del modelo productivo que rige nuestro sistema económico. Nos ha tocado vivir el fin de la era industrial y el inicio de la era del conocimiento. Las reglas del juego laboral han cambiado y seguirán cambiando, cada vez más deprisa. Las instituciones establecidas ya no tienen la capacidad de procurar seguridad económica para los ciudadanos. Los puestos de trabajo con contrato indefinido están disminuyendo. Y para muchos ha llegado la hora de hacerse cargo de ellos mismos laboralmente. Y de realizar una función profesional útil, creativa y con sentido, que preferiblemente no pueda automatizarse y digitalizarse por medio de las nuevas tecnologías, ni tampoco externalizarse a un país en vías de desarrollo.
2. Cultivar nuestra inteligencia emocional. Estar en el desempleo es una situación laboral muy complicada de lidiar. Sin embargo, para poder iniciar un proceso de cambio es importante no dejarnos llevar por la queja, el victimismo o la culpa, pues con ello tan solo conseguimos consumir la energía vital que necesitamos para buscar nuevas soluciones y alternativas. Es fundamental invertir tiempo en conocernos en profundidad, aprendiendo a sanar nuestra autoestima y a cultivar la confianza en nosotros mismos. En la medida en que desarrollamos nuestras fortalezas internas, empezamos a afrontar la adversidad de una forma más responsable, optimista y eficiente. Y a base de entrenamiento, verificamos que nuestro grado de satisfacción no tiene tanto que ver con nuestras circunstancias, sino con la actitud que tomamos frente a ellas.
3. Entrenar la inteligencia financiera. En general, las creencias sobre el dinero se pasan de generación en generación por inercia, sin darnos cuenta. Del mismo modo que no elegimos nuestro equipo de fútbol, nuestra visión laboral y financiera del mundo ha sido prefabricada; viene de serie. No nos han enseñado a resolver por nosotros mismos nuestros propios problemas económicos. Cultivar nuestra inteligencia financiera nos capacita para presupuestar nuestro dinero, dándonos la oportunidad de generar excedentes con los que ahorrar, invertir y no depender de préstamos o deudas. También nos muestra cómo ganar más y gastar menos, emancipándonos de las instituciones establecidas.
4. Descubrir el propósito profesional. En vez de hacer lo que se supone que tenemos que hacer (buscar salidas profesionales), es hora de encontrar nuestro verdadero propósito. Y para lograrlo es esencial que escojamos un camino laboral que tenga sentido para nosotros. Más allá de los motivos típicos que nos mueven a trabajar (dinero, poder, seguridad, comodidad o reconocimiento), hemos de conectar con una motivación intrínseca que nos permita concebir nuestra profesión de forma más vocacional. Para ello, hemos de redefinir nuestro concepto de éxito, así como los valores que queremos que guíen nuestras decisiones y acciones. ¿Qué haríamos profesionalmente si no tuviéramos que ganar dinero? ¿A qué nos dedicaríamos si supiéramos que todo va a salir bien? ¿Qué haríamos si no tuviéramos miedo? Saber la respuesta de estas preguntas no tiene precio.
5. Decidir el rol laboral. El 85% de los profesionales españoles trabajan como “empleados”, vendiendo su tiempo a cambio de un salario a final de cada mes, formando parte de un sistema productivo que enriquece a otras personas. Pero más allá de este rol profesional existe el de “emprendedor”. Es decir, aquel que trabaja para sí mismo como autónomo o freelance, o bien monta un proyecto contratando a otras personas. Cada uno cuenta con una serie de ventajas y desventajas, requiere de un tipo de mentalidad específico y va acompañado de un determinado estilo de vida. De ahí que pasar de empleado a emprendedor implique un profundo cambio en la manera de relacionarse con el mercado de trabajo. Y dado que la seguridad laboral está en entredicho, es cuestión de elegir entre la incertidumbre del empleado y la incertidumbre del emprendedor.
6. Hacer algo que nos apasione y que potencie nuestro talento. A pesar de haber recibido la consigna de que “no podemos ganarnos el pan haciendo lo que nos gusta”, a la hora de reinventarse es fundamental dedicarnos a una profesión que nos motive e interese de verdad. Solo así encontraremos la fuerza y la dedicación para dar lo mejor de nosotros mismos, potenciando nuestras virtudes y habilidades. Todos albergamos algún tipo de talento por descubrir y desarrollar. En esencia, el talento es la forma con la que expresamos nuestro valor. Eso sí, los dones que se necesitan para llevar a cabo las nuevas funciones profesionales no tienen nada que ver con la educación industrial o las aptitudes académicas convencionales. Más bien surgen al comprometernos con nuestro proceso de autoconocimiento y desarrollo personal. Cuanto más nos conocemos, más nos valoramos por ser quienes somos. Y cuanto más nos valoramos, más sabemos para qué servimos y cómo podemos ser útiles para la sociedad.
7. Encontrar un problema social que nos motive resolver. La gente está dispuesta a pagar por productos y servicios que cubran sus necesidades y satisfagan sus aspiraciones. El reto consiste en saber qué problemas podemos resolver haciendo eso que nos gusta a través de nuestros talentos. También es importante diseñar “propuestas de valor” que mejoren la calidad de vida de otras personas. A su vez, es fundamental conocer las últimas aplicaciones y herramientas digitales que podemos emplear a través de Internet, concibiendo así nuevas formas de aportar valor al mercado laboral.
8. Invertir en formaciones específicas. En este punto del camino puede resultar decisivo asistir a seminarios que nos enseñen a “saber cómo” y a “tener con qué” expresar nuestro talento. En este sentido, la universidad convencional parece estar dejando de ser la única opción. ¿Cuánto de lo que hemos estudiado nos ha sido de verdadera utilidad para desempeñar nuestro actual trabajo? La nueva formación va a estar cada vez más centrada en ofrecer cursos prácticos que nos enseñen a desarrollar habilidades que nos permitan resolver problemas concretos. La inversión más importante la hemos de hacer en nosotros mismos. Nuestra inteligencia, nuestra creatividad y nuestro talento son nuestra principal fuente de riqueza.
9. Desarrollar la marca personal. El marketing está democratizándose y personalizándose. Y cada vez va a estar más protagonizado por la “marca personal”. Una vez tenemos claro qué ofrecemos, el reto es descubrir cómo lo ofrecemos. Es decir, la manera en la que nos comunicamos y conectamos con las personas a las que pueden servir nuestros servicios. Es primordial montar una web explicando los beneficios y soluciones que aportamos, utilizando las redes sociales para darnos a conocer a nuestros potenciales clientes. Por medio de nuestra marca personal conseguimos que nuestra profesión sea un reflejo de la persona que somos, aprendiendo a ganar dinero como resultado de crear riqueza para la sociedad.
Tomado de http://elpais.com/elpais/2013/10/24/eps/1382639531_448043.html
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Fondo de Inversión permitirá acceso a vivienda para la clase media
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